Sólo en Phuket

Estaba nuevamente solo, y me sentí desprotegido. Una sensación de vulnerabilidad me invadió por completo, a tal punto que permanecí largo rato en el puerto sin saber qué hacer. Triste, solo, malhumorado y bajo la lluvia. No, definitivamente no era un buen día para mí.

Debía moverme, aunque recién llegado a la ciudad no sabía bien hacia donde. La situación rememoraba aquellos últimos días en India, cuando en el Rajasthán ya nada toleraba, y no quería que nadie se me acerque. Mapa en mano, comencé a caminar con mi mochila a cuestas intentando encontrar algún lugar donde alojarme y, de paso, sacudirme la rabia con el esfuerzo. Y si bien mucho no sirvió como terapia, al menos fue útil para encontrar donde pasar la noche: un lugar sencillo y barato aunque caluroso por demás, y con un olor a fritura que se había impregnado hacía tiempo en las paredes, seguramente debido a la presencia de un pequeño restaurante justo debajo de mi ventana. No era precisamente la mejor alternativa de la ciudad, pero me servía para recluirme, y con eso me bastaba.


No quería hablar, ni estar con gente, ni sociabilizar de ningún modo. Solo quería aislarme por un rato, hasta despejar la mente y volver a tomar la iniciativa de seguir adelante. La única licencia permitida fue expresar en un correo electrónico palabras que no habían sabido salir de mi boca en el momento oportuno: decirle a Suzanne que, aunque quizás no volviésemos a vernos, había sido importante para mí; que significaba más que un encuentro casual, y que nuestra despedida me había dejado sumamente apenado.

En otro momento de mi vida quizás habría contenido esas ganas, pero ahora no veía porqué hacerlo. Era una necesidad basada en un sentimiento sincero, real, que no buscaba en sí mismo una respuesta sino más bien el poder desahogarme, y ser fiel conmigo mismo. Y así lo hice; envié el correo. Aunque no puedo decir que me sentí alegre al hacerlo, sino tan solo menos acongojado.

Mucho cemento y mucho calor no son una buena ecuación, y Phuket, una ciudad sin mucho encanto, reunía ambas cualidades, por lo que una larga caminata al atardecer bastaría para llevarme algunas imágenes sin emoción de un lugar poco interesante, en el cual no pasaría más que el tiempo necesario como para poder obtener un pasaje de bus que me llevara más hacia el norte. El objetivo? Bangkok, y de ahí en más, que el camino guie mis pasos…. 

Ciertamente me quedaba con ganas de conocer algunas playas cercanas, pero otro tipo de destinos concitaban más mi atención, y decidido a seguir avanzando, abordé el bus que luego de 12 largas horas de viaje me depositaría en la ciudad capital. Será acaso que mi estatura no se corresponde con la medida promedio de los tailandeses? Aún hoy no podría asegurarlo, pero la experiencia de viaje me dice que me sobraban piernas para tan poco espacio entre asientos…  

Viajé solo, aunque todo el tiempo estuve acompañado. Y si bien había alguien en el asiento de al lado, no fue esa persona quien interactuó conmigo. La soledad es una sensación ambigua; te invade y te hace sentir alejado de todo incluso estando en un lugar lleno de gente. Estás solo; nada ni nadie más que vos, pero al mismo tiempo estás acompañado, ya que esa soledad nunca te abandona. Te mueves y se mueve con vos; te frenas y se frena contigo. Intentas esconderte, evadirte o escaparte, pero es imposible: es como si fuese omnipresente, absoluta e implacable. Incluso en el tumulto ella sigue acechando, paciente, dejando en claro que nos está esperando, que no se ha ido y que apenas nos descuidemos, nos volverá a caer encima con todas sus fuerzas. Esa soledad es la que me atacó cuando estaba en pleno viaje, y ese fue el motivo por el cual lloré mientras contemplaba cómo la noche se cernía sobre el paisaje. Todo estaba oscuro; la gente en el bus descansaba y por la ventanilla solo se veía un mundo apagado, adormecido, y dominado por un color tan ennegrecido como el que sentía dentro de mí. Todo se conjugó para que me sintiera aún más alejado de todo, y se acrecentaron mis lágrimas. 

Finalmente, y casi sin darme cuenta, me dormí, aunque no profundamente; cada tanto me incorporaba y observaba a mi alrededor, como buscando algo o a alguien que me hiciera formar parte nuevamente, pero no lo hallé y seguí inmerso en mi soledad durante horas ...


No hay comentarios: