Confiado ya en mí experiencia
ferroviaria en tierras indias, y con la tranquilidad que poseer un boleto de
viajes confiere, me dispuse a descansar mientras me dejaba llevar hacia el
desierto del Tar. Más precisamente, hacia su ciudad más grande: Jaipur. Pero
horas de sueño atrasado y un vagón con escasas luces, me jugaron una mala
pasada que terminó convirtiéndose en una formidable nueva vivencia.