“Carlitos Bar” es el lugar de moda durante las noches de Ko Phi Phi, así que la decisión fue la de juntarnos allí después de la cena. Un grupo de francesas aguardaban allí por nosotros (Eliane, Henrique y yo), y posteriormente el grupo se ampliaría con la presencia de algunos brasileros y un par de israelíes, y muchos otros más que se nos sumaron en un momento de la noche en la cual ya no podíamos dar cuenta de quiénes éramos o con quien estábamos. Al comienzo, el alcohol fue el elemento de cohesión (como lo puede ser un buen mate en una ronda de media tarde), pero enseguida se transformó en el motor que nos movilizaría durante toda aquella vibrante e interminable velada.
Era temprano, y si bien el show de malabares con antorchas y la música invitaban a quedarse, el ambiente se nos presentaba demasiado tranquilo, por lo que nos movimos al Tiger Bar, en busca de un poco más de acción. Y sin poder evitarlo, en el camino nomás caímos bajo la tentación de los tan mentados “bucket´s”: baldes plásticos de diversas medidas, en los cuales se vierten todo tipo de bebidas alcohólicas (sin importar criterio organizativo alguno para dicha mezcla) que, sumados al estado de euforia y libertad sin condicionamientos que vibra en el aire, toman los sentidos por asalto, desinhibiendo al más cohibido, y empujando hacia el abismo cualquier rezago de cordura que uno pudiese haber guardado hasta el momento. Así comenzó nuestra noche.