Namasté!!! Welcome to Nepal...

La palabra "asombro" va a ser la que describa de alguna manera todo lo que Nepal nos fue brindando a medida que lo fuimos recorriendo. Un país increíblemente barato (comemos como duques por $5.- argentinos y dormimos por mucho menos), con gentes amables, paisajes sacados del mejor libro de fantasías, ciudades casi mágicas, y lleno de historias y leyendas, pero donde la pobreza campea en toda su extensión, y donde la gente tiene que luchar a cada momento por ganarse esas pocas rupias que le permitan subsistir día a día; pero que demuestran una dignidad inquebrantable y un espíritu de lucha que realmente no ha parado de maravillarme ...


Nuestro primer contacto fue con uno de esos lugares que uno jamás puede olvidar. No hubo magníficos paisajes, ni grandes edificios, pero si mucho de misticismo, magia, encanto.
Tuvimos el placer de visitar Lumbini. Aunque antaño perteneciera a territorio indio, hoy es un pequeño poblado nepalí cerca de la frontera con ese país. Allí,  ayudados por unas bicicletas alquiladas, recorrimos parte del pueblo hasta llegar al "Jardín de la Paz": este es un lugar donde un conjunto de ruinas y un árbol yogui no solo irradian una armonía inexplicable, sino que marcan el lugar exacto donde, hace algunos siglos atrás, naciera el mismísimo Buda. Imposible detallar el diluvio de sensaciones que el lugar se encarga de emanar.
Ruinas, parques, una pileta sagrada (donde, según cuenta la leyenda, la madre de Buda hizo su última ablución antes de que éste naciera), puestos de artesanías y un extenso parque lleno de banderas de oraciones, completan el conjunto.
Es en sí un pueblo sumamente apacible, el cual fue ganando popularidad entre los viajeros de la mano de los muchos templos budistas (de diversas nacionalidades), que se han ido instalando en sus alrededores, y de ese aire cargado de espiritualidad que se percibe apenas nomás uno comienza a recorrer sus calles. Recorrimos varios de estos templos, donde comenzamos a entrar en contacto con algunas de las peculiaridades de esta religión, como sus mandalas y los rodillos de oración, que a partir de allí se volverían moneda corriente en cuanto sitio visitáramos, dentro de las fronteras de este pequeño territorio.
Masala Tea (te con leche, jengibre, cardamomo y otras hierbas) y sándwich de huevo frito fueron lo mejor del día siguiente en el que, luego de madrugar (y de una aventura de 8 horas abordo de un minibús que se sacudía para todos lados, sucio, al que se le desarmaban los asientos, que en plena montana corría carreras con otros buses para capturar pasajeros, y en el que corríamos riesgo de que nuestras mochilas volaran del techo), llegamos a Pokhara, atravesando nuestro primer sector montañoso en Nepal. Esta ciudad, muy "occidental" para nuestro gusto, iba a ser el lugar donde alistarnos para nuestro futuro trekking por los Annapurnas; algo así como un Parque Nacional conformado por 5 picos de casi 7 mil metros, que corresponden al cordón de los Himalayas.