Una historia de Amor, convertida en obra de arte...

Ya a tono con la forma de movernos en India, decidimos hacer nuestra primera prueba acerca de como viajar en tren. Resultado? Positivo: nadie nos quiso embaucar con los boletos o el equipaje, y fue un viaje cómodo aunque en "economoy class". El destino? Agra, la ciudad del Taj Mahal.



Antigua ciudad cortesana del Imperio Mogol, Agra no ofrece mucho al turista salvo, obviamente, esa obra increíble de la arquitectura, hecha como demostración de amor de un Rey a su difunta esposa, y por el Agra Fort, que también merece una visita. Aparte de esto, se nos mostró como una ciudad muy sucia, donde el desorden y el caos se manifiestan incluso más que en otras ciudades, y en donde el trato de la gente nos resulto por demás agresivo (sobre todo con las mujeres). En fin, un lugar para estar no mucho más que un día, y donde Nos, estuvimos tres. Y donde, además, y en contra de los varios comentarios que figuran en los blogs de viajeros, no hubo nada divertido para hacer a la espera del '08, por lo que el 31 a la noche, apenas pasadas las 24 hs, a dormir.....
El 01/01 se presentaba como "el día" en Agra, ya que lo dedicaríamos a visitar el Taj Mahal, una obra perfecta, por donde se la mire. Queríamos disfrutar lo más posible de esta experiencia, por lo que decidimos levantarnos bien temprano. Caminos un largo trecho, disfrutando del frescor y de una ciudad que recién comenzaba a despertar, envuelta en una espesa bruma que todo lo difuminaba, y permitiendo que el sol (a veces), colara algunos pequeños destellos que sobredimensionaban las partículas en suspensión que nos rodeaban. Un día perfecto, con un aura mágica que nos iba envolviendo a medida que nos acercábamos a nuestro objetivo…
Carros de paseo tirados por camellos; niños jugando el softball; mujeres vestidas con vistosos saris, movilizándose para sus compras matutinas; pequeños comerciantes acomodando sus puestos; etc. Una ciudad que comenzaba a despertar de su letargo… y una inmensa ansiedad que nos invadía…
Luego de adquirir nuestros respectivos tickets, fuimos ingresando con el torrente de gente (en su mayoría hindúes) que se disponían a conocer una de las obras de arte más exquisitas creadas por la mano del hombre. La preceden varios jardines, los cuales fuimos recorriendo también, hasta llegar a un pórtico desde el cual nos quedamos sin aliento; ahí estaba el Taj Mahal: del otro lado de un extenso jardín decorado con fuentes ornamentales, se levantaba esbelto, majestuoso, soberbio, y lo que creíamos sería una simple visita, supimos se iba a convertir en uno de esos momentos trascendentales que se suceden en la vida de los viajeros, al encontrarse con eso “único” que suscita el interés y la admiración sin límites.
No nos apuramos. Queríamos saborearlo. Disfrutar de cada vista, cada imagen, cada sensación. De a poco nos fuimos acercando, dejando que sea esa sensación de sobrecogimiento ante lo fastuoso del lugar, lo que nos dicte los movimientos a seguir.
De a poco fuimos atravesando el jardín principal, deleitándonos con la vista de un Taj Mahal imponente reflejado sobre las aguas de la fuente; medio difusa la vista, a causa de la neblina existente, y absortos nuestros pensamientos en intentar asimilar aún nuestra presencia física en un lugar tan remoto y tan excepcional a la vez.
Así anduvimos varias horas, tan solo caminando, recorriendo, disfrutando. Visitamos sus jardines, templos, terrazas, y parte de su interior, en donde se encuentran los restos de Sah Jahan y su esposa (aunque no hay acceso al público a este sector). Es indescriptible el magnetismo y la fascinación que puede despertar este lugar, y el halo mágico que le brinda a esta ciudad que, por momentos, da la impresión de tener ganas de expulsar a los turistas que la visitan....
Precisamente cuando en Buenos Aires levantan las copas festejando la llegada de un Año Nuevo, nosotros dejábamos atrás las últimas vistas del Taj Mahal, para adentrarnos en el corazón mismo del Barrio Antiguo. Por allí nos perdimos un largo rato, deambulando por estrechas callecitas pobladas de comercios de todo tipo, donde las especias, frutas y verduras aromatizan el ambiente, y en donde los chicos recién salidos de las escuelas nos miraban curiosos (y hasta divertidos) al vernos pasar con nuestras cámaras de foto en mano y unas caras que, seguramente, denotaban la fascinación y el entusiasmo que sentíamos, por encontrarnos al otro lado del mundo….