Un reencuentro con Amigos ..


Krabi Town se presenta como un pequeño paraíso para los escaladores, donde formaciones geológicas muy particulares brindan además, un efecto paisajístico increíble.   

Inmensos bloques ígneos se elevan por más de 100 metros de altura, tanto desde la tierra como en el agua, cubiertos por una profusa vegetación selvática y con una fisonomía especial. Este relieve, llamado kárstico, se origina a causa del proceso de meteorización química de determinadas rocas (como la caliza y el yeso), que están compuestas por minerales solubles en agua las cuales, tanto superficiales como subterráneas, van disolviendo las rocas y creando galerías y cuevas que, ya sea por hundimiento de tipo parcial o total, van formando dolinas, cañones, cuevas, estalactitas, estalagmitas, etc.  

El paisaje estaba ahí, al alcance de la mano, pero el hecho de dedicarme a la escalada con temperaturas que llegaban a oscilar los 40 grados no era algo que me entusiasmara demasiado, así que opté por disfrutar del lugar, pero de una manera más apacible y convencional. Decidí recorrer a pie cada rincón de este pequeño poblado hasta que, habiéndolo descubierto en su totalidad, me dediqué a visitar algunas de las playas cercanas (el verdadero motivo de mi estadía allí). 


A una media hora de viaje del pueblo se encuentra Ao Nang, una vasta extensión de arena con importantes servicios que se ha ido perfilando como la playa de moda sobre la costa continental. Allí, los atardeceres son fabulosos, y con la ayuda de la naturaleza al producir la bajamar, uno puede introducirse a pie hasta tocar literalmente algunas de estas rocas gigantes que, hasta minutos antes, se divisaban a lo lejos en medio del agua.  

Deambulaba libremente por la playa cuando, sin saber que aquello podía suceder, me encuentro nuevamente con Eliane y con Henrique (cuarto encuentro casual, en un tercer país diferente) quienes, junto a un grupo de españoles, disfrutaban de una amena conversación acompañada por varios litros de cerveza. En situación amorosa ella con uno de los muchachos, Henrique tenía la convicción de estar interfiriendo de alguna manera, por lo que decidió mudarse a Krabi Town y compartir conmigo la habitación que alquilara en un modesto hostel. 

Ese día yo había tenido la gran idea de alquilar una moto para recorrer un poco los alrededores, y así, ese pequeño vehículo debió trasladarnos a mí, a Henrique (quien por cierto pesaría no menos de 95kg), su mochila y varios paquetes más a través de los casi 30km de regreso hasta el pueblo. Pero el toque de adrenalina lo puso el hecho de forzar la moto hasta sus máximas posibilidades en mi primera situación de manejo en una ruta a través de la cual debía transitar sobre el carril izquierdo (como todo país con reminiscencias inglesas), poniendo a prueba cada uno mis sentidos y manteniéndome alerta en todo momento. Quizás suene como algo simple, pero hacerlo con “exceso de equipaje”, a la noche, y bajo ciertos “efectos secundarios”, puede convertirse en una experiencia, cuando menos, memorable. 

Salvando lo antes mencionado, el otro momento destacable de una semana por demás relajada, fue el encuentro (aunque ya no tan casual), con otros amigos del camino que había conocido hacía meses antes. En su pulular por tierras asiáticas, Ischi y Yoshi (japoneses), estaban alojados en un hermoso hotel del pueblo, y con ellos (más las compañía de unas chicas austríacas), disfrutamos de algunas cenas acogedoras, degustando platos típicos y conversando animadamente sobre nuestras experiencias en el camino. Ya el destino no volvería a cruzarme con ellos (o al menos no durante éste viaje), pero mientras escribo éste relato, años después de esta experiencia, sonrío al acordarme que, a pesar de la distancia, el tiempo transcurrido y aunque de forma esporádica, mantenemos intactos los sentimientos, y seguimos en contacto. 

Así transcurrieron mis primeros días en esta hermosa tierra tailandesa. Pero habría mucho más. Y no sólo paisajes, sino también personas, lugares, circunstancias. Y todo eso sería un caudal de vivencias inagotables, que le darían al recuerdo de éste país una significación especial para mí, ligada a los sentimientos de nuevas amistades que perdurarían en el tiempo.  


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