Encuentro con tierras asiáticas...

“El verdadero viaje de descubrimiento, no consiste en ver lugares nuevos, sino en mirar con nuevos ojos”.

Una frase magnífica, que encierra prácticamente todas aquellas motivaciones que me llevaron a tomar la decisión de emprender una travesía que, para el razonamiento de muchos, no era otra cosa más que una simple locura, mientras que para algunos otros (los menos, debo admitir), era casi una epopeya.
Yo necesitaba poder ver algo diferente, distinto, ajeno a todos los cánones impuestos y aprendidos dentro del concepto de lo “normal” o “tradicional”. Sabía que había otras maneras de ver, sentir, y entender el mundo que nos rodea, y una necesidad imperiosa de ser parte de ese mundo diferente me motivó a dejar todo de lado, ponerme la mochila al hombro y, tan sólo, partir…
 Atrás iban a quedar momentos de desolación y zozobra, para comenzar a llevar adelante esto que (hasta hace unos días nomás), parecía el sueño de un loco que pensaba en recorrer el mundo, pero que ahora se convirtió en una realidad palpable.
Mucha gente querida acompañándonos en el aeropuerto. Algunas de ellas con caras festivas; otras, no tanto. Sentimientos encontrados, y el llanto que aguardaba, agazapado, el momento oportuno para poder escapar. Y lo hizo, con toda su fuerza. Un “tío toto” y un “cuidate brother” que resuenan en mis oídos y me producen mucha tristeza; una voz por altoparlante que anuncia que ya es hora de ir abordando; un abrazo empapado en lágrimas y un “a popo pepe” (un te quiero), que marcan a fuego el momento de la despedida.
Atrás quedaban ellos (hermanos, sobrinos, padres, amigos, etc.), levantando los brazos a manera de saludo, con una sonrisa fingida, mientras un segundo de vacilación me produce escalofríos. Yo también lloro (lágrimas cargadas de alegría y de melancolía), y me pregunto si es posible tanta contradicción.
Es mi primera salida al exterior. Mi primer viaje internacional. Mi primer sello en el pasaporte. Mi primera decisión tomada, mantenida y llevada a cabo. Y mi primer intento por alcanzar un sueño. Otro gran paso en este año cargado de profundos cambios y replanteos. Imposible no sentirme aturdido…

Fueron 22 las horas de viaje que nos abrieron las puertas a un nuevo mundo. Pisamos tierra sudafricana (Ciudad del Cabo y Johannesburgo), y un alma libre y unas piernas entumecidas me indican que, finalmente, llegamos a destino: Kuala Lumpur (Malasia), donde no pudimos menos que deslumbrarnos ante la primera imagen que este país nos ofrecía: un aeropuerto inmenso al que se recorre en su interior en tren; internet y diarios gratuitos, lujo y modernidad por todos lados (Anita, tenías razón, estoy como los indios con los espejitos de colores). De ahí, tren rápido a KL Sentral, y luego a buscar un Hostel.
Aprovechamos que llegamos temprano y, movidos por la emoción, salimos a “patear Asia”, dando unas vueltitas por el centro de la ciudad. Ansiosos, temerosos, felices; así fue nuestro primer encuentro con Kuala Lumpur. Tuvimos un patético primer encuentro con la comida local (Mc Donalds!!! ), pero nos reivindicamos por la noche, con una rica cena de platos típicos, y una caminata por el barrio chino, el cual nos regalaba una ciudad toda iluminada con farolas de motivos navideños. Un final cuasi ideal para ésta, nuestra primera noche en tierras asiáticas.

La capital de Malasia es un lugar fascinante, que conjuga aspectos súper modernos con elementos de la arquitectura tradicional malaya, donde se maneja por la izquierda y el caos del tránsito se hace sentir; gente con atuendos típicos musulmanes, hindúes, malayos, chinos (una mixtura racial impresionante!!), puestos de comida callejera; trenes “aéreos”, y tantas cosas nuevas por descubrir, que la misma emoción nos hace sentir perdidos, y no tenemos muy en claro por dónde comenzar.
Decidimos tomarlo con calma, y durante el desayuno nos colgamos a charlar con Martina, una austriaca muy copada que anda pateando el mundo, sola, desde hace más de 12 meses. Un poco guiados por nuestras ganas, y otro poco por sus consejos, decidimos comenzar a movernos y dejar la visita a KL para más adelante (de todos modos, deberíamos regresar pronto para encontrarnos con María y Natalia).
Así, nuestro próximo destino en el mapa fue Melaka, una de las ciudades históricas más importantes del país.