La noche ha pasado y el amanecer va ganando lugar lentamente, filtrando tímidos haces de luz por entre las varillas de caña que forman las paredes del recinto. Débiles aún, atraviesan juguetonamente los tules de colores que cuelgan del techo, ofreciéndonos un despertar multicolor, como si un arcoíris se estuviese colando en nuestra habitación.
Los cuerpos se estiran, despacio, y nos lleva unos minutos poner en marcha ese proceso lento y complicado llamado “despertar”.
Es el segundo día de nuestro paseo por las montañas, y el que más nos genera expectativas, ya que hoy es cuando visitaremos el Mae Taeng Elephant Park y nos divertiremos realizando un descenso en gomón por los rápidos del río. O al menos eso es lo que nos habían prometido.
Luego de poco más de una hora de caminata y de atravesar un peñón rocoso que nos permitió acceder al valle de Maetaman, nos encontramos a las puertas de éste predio privado, ubicado a orillas del río Maetaeng.