Las montañas me habían hechizado. Las experiencias vividas en su seno me generaban un magnetismo casi irresistible, negándome íntimamente a abandonarlas, aunque con la conciencia de saber que mucho más cosas aún nos estaban aguardando para ser disfrutadas y compartidas. La razón se impuso, pero me fui alejando de los Himalayas con cierto recelo, y sabiendo que el influjo de sus recuerdos me seguirían acompañando casi como su presencia: eternamente.